13/10/08

Diez minutos para leer

Elegí Desde el balcón. Comencé la lectura a pesar de que mi garganta se resistía; pude con un par de párrafos hasta que se cerró, bebí un poco de jugo y continué; mi garganta era más necia y volvió a cerrarse. Haré un tercer intento, dije, y pude leer más fluidamente hasta terminar.
"Resulta que manejando de pronto recordé con mayor exactitud las palabras de aquella señora, ella dijo: 'ese cuento es realmente bueno, qué hermoso, qué poético' mientras la otra señora asentía con la cabeza..."

1 comentario:

Rafael Tiburcio García dijo...

Justo me viene a la mente aquella plática sostenida en el foro cultural Efrén Rebolledo con Romano y con usted. Aquella ocasión usted nos dijo que nuestro mayor problema era que no nos conformábamos con lo que escribíamos (y en eso tiene usted razón... yo en lo pàrticular tengo mucho problema para saber cuando liberar un texto) y buscábamos la retroalimentación o aceptación ajena...
El problema es el mismo: muchas veces creí que lo que escribía era excelente porque lo leían personas desvinculadas de este oficio... por eso reboté hasta en concursos escolares... la cuestión de la retroalimentación, sobre todo en sitios como el taller, tiene un gran valor... imagina si jorge antonio publicara su noveleta juvenil sin los comentarios sobre su lengua muerta o al menos retro... imagina que antonia publicara sin la tijera a sus versos semiabstractos, imagine si yo me creyera que a mi último poemario ya no les sobra ni una letra (y antes de leer en el taller lo creía)...

"Qué bonito" no es un juicio crítico, yo me tardé varios años en entenderlo... espero que usted tarde menos...