2/12/09

Unidos/separados


Hace tiempo que no recibía una buena noticia (literaria, claro; porque no hay que ser exagerados). La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, por medio de su Grupo de Proyectos Asfáltica, convocó a un concurso de microcuento, denominado: "En breve, lo que tú me cuentas", en el que recibí una mención honorífica por el texto Unidos/separados.

Esto no hubiera ocurrido del modo en que ocurrió, si mi amigo Rafael Tiburcio García no hubiera hecho las críticas necesarias al escrito.

Acá lo dejo para que lo lean:


Unidos/separados
A un mismo tiempo la espero en el altar y ella prepara su
equipaje. La miro entrar a la iglesia y guardar varias prendas.
Camina hacia mí, mientras escoge algún abrigo. Dice “acepto”,
pero con dificultad le cierra la maleta. Los invitados a la boda la
ven escribirme un recado con fea letra y azotar la puerta, como
si así consiguiera confinar el pasado para siempre. Nos besamos
fuera de la parroquia conforme ella sube al autobús. El arroz
llueve sobre nosotros y yo me derrumbo en la cama con su
carta en un puño. Así, hasta que la muerte nos una/nos separe.


(A continuación copio los cuentos reconocidos, en orden de premiación, desde el lugar primero hasta llegar a mí, pues resulta que soy el sótano de la lista.)



Asustado
Para alejar a los malos espíritus de mi hogar me dijeron que
toda vez que notara u oyera algo raro insultara a gritos. Ahora
los objetos no sólo aparecen en los sitios adecuados, como
mis zapatos, lustrados; también los trastes amanecen limpios.

Jesús Enrique Juárez Flores
(Xochimilco, Distrito Federal; México)



Ese sabor
El día de la coronación, hubo vítores y abundante vino. Más tarde,
en la cámara nupcial, el nuevo rey desvistió a la reina, quien,
a pesar de la edad, aún mantenía una figura atractiva. Una vez
desnuda, la tumbó sobre la cama. Le besó los muslos, la vagina, el
ombligo, y finalmente los senos. El sabor de los pezones a Edipo
le resultó familiar. Qué raro, pensó, me he acostado con medio
mundo, pero no recuerdo haber estado antes en esta ciudad.

Daniel Avechuco Cabrera
(Hermosillo, Sonora, México)



Aruspicina
Sus órganos en el asfalto indicaban una cosa: pronto habría de morir.

José Antonio Terán Somohano
(Tlalpan, Distrito Federal, México)



Antes del flamenco
Se la vio deslizar con sensualidad las medias oscuras sobre sus piernas
de cuero terso; de igual manera sujetó las cintas de los tacones;
delineó sus mulatos ojos y enchinó las pestañas para lanzar miradas
irresistibles. El perfume que esparció impregnó la habitación.
Y mientras el labial rojocarmín se apoderaba de sus belfos, la
coqueta vaca moteada repasaba mentalmente su técnica de baile.

Atzaed Giovani Arreola Alcántara
(Iztapalapa, Distrito Federal, México)



Nomás tantito
Sus padres, histéricos, le dijeron que no. También sus abuelos,
paternos y maternos. No, exclamaron sus hermanos. No, gritó
el sacerdote, llevándose la Biblia al pecho. Los árboles, la noche,
incluso los grillos parecían estar de acuerdo en que no. Y fue
así que el niño, muy a su pesar, tuvo que volver al cementerio.

Carlos Alvahuante Contreras
(Tlalpan, Distrito Federal, México)



Cobardía
A pesar de haber muerto hace siete años mi abuelita apareción
en una reunión familiar. Todos la recibimos con gusto y, como un
acuerdo implícito, nadie mencionó su condición de muerta, para
no molestarla.
La velada transcurrió cómodamente, pero, al
despedirnos, ninguno de nosotros se ofreció a llevarla.

Laura Elisa Vizcaíno Mosqueda
(Benito Juárez, Distrito Federal, México)



Incertidumbre mortal
—…
— ¿Dios?... ¿eres tú?...

Edgard Mauricio Peña Montalvo
(Coyoacán, Distrito Federal, México)



Unidos/separados
A un mismo tiempo la espero en el altar y ella prepara su
equipaje. La miro entrar a la iglesia y guardar varias prendas.
Camina hacia mí, mientras escoge algún abrigo. Dice “acepto”,
pero con dificultad le cierra la maleta. Los invitados a la boda la
ven escribirme un recado con fea letra y azotar la puerta, como
si así consiguiera confinar el pasado para siempre. Nos besamos
fuera de la parroquia conforme ella sube al autobús. El arroz
llueve sobre nosotros y yo me derrumbo en la cama con su
carta en un puño. Así, hasta que la muerte nos una/nos separe.

Diego Castillo Quintero
(Tepeapulco, Hidalgo, México)

2 comentarios:

Rafael Tiburcio García dijo...

Uf, uf, uf.

Me abruma, señor.

Primero que nada: me disculpo porque aunque ya había leido sus palabras no había podido contestarlas (en el internet de mi trabajo puedo acceder a blogspot pero no a blogger, o sea no puedo actualizar mis blog ni hacer comentarios, hazme el fabron cabor).

Segundo: gracias, figúrese que este año no ando tan agüitado por mis 7 fracasos literarios, esperaba al menos sacar uno, pero si no se pudo ya será para el otro año, seguimos escribiendo y tarde o temprano le caeremos bien a tres jurados al mismo tiempo, jeje.

Tercero: una felicitación por su mención honorífica, realmente me da gusto que usted que sí valora las microficciones la haya obtenido (usted sabe que yo prefiero géneros más largos), pero bueno, no podía dejar de intentarlo.

Ahora sólo resta esperar el dictamen de las becas del FOECAH, a cruzar los dedos.

Saludos a usted y al resto de la banda (es decir, a Joyce, al Poncho, a Julio, a Toña y a Aida).

Buen día

Julio Romano O. dijo...

1. Señor Castillo, no entendí su minicuento.
2. Lo felicito por ese décimo lugar. La verdad es que no cualquiera.
3. Infórmole que ya perdí toda esperanza de recibir de parte de usted observación alguna sobre el relato "La criatura".
4. Saludos. Tenga un buen día o noche o tarde o madrugada.
5. ¡Ajajá! Con que al señor Tiburcio le gustan los más largos... o_O